25 de Mayo, Día Mundial de la Esclerosis Múltiple.

25 de Mayo, Día Mundial de la Esclerosis Múltiple.


¿Qué sabes sobre esta enfermedad?

La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune y crónica que afecta al cerebro y a la médula espinal.  Recubriendo los nervios existe una sustancia blanca, grasa, llamada mielina que protege y aísla las fibras nerviosas. La esclerosis produce placas escleróticas en esa mielina lo que impide que las conexiones nerviosas se lleven a cabo con normalidad.

Esto conlleva una serie de alteraciones  que se pueden manifestar como problemas visuales, motores, de coordinación, equilibrio, debilidad muscular, dificultad para pensar, problemas de memoria y atención, pinchazos, entumecimientos, calambres…

No se conocen bien las causas, pero se cree que puede ser una enfermedad autoinmune, en la que es el propio organismo el que ataca la mielina de los nervios. El detonante de esa respuesta inmunológica podría ser un virus o una mutación genética.

No es una enfermedad contagiosa, ni tampoco es básicamente hereditaria, aunque como hemos apuntado puede existir una predisposición genética que hace a los familiares de un enfermo de esclerosis más susceptibles hacia la enfermedad. La tasa de incidencia es mayor en mujeres y se diagnostica principalmente en adultos jóvenes de entre 25 y 31 años. En el mundo se calcula que hay 2,3 millones de personas que sufren EM, y es probable que haya decenas de miles más sin diagnosticar.

En algunas personas la enfermedad se presenta con periodos de remisión y recaída, lo que significa que hay temporadas en las que la enfermedad es menos agresiva, mientras que para otras tiene un patrón progresivo, y el paciente empeora de manera constante a lo largo del tiempo.

Principales síntomas a tener en cuenta:

  • Visión doble o borrosa.
  • Problemas en el habla.
  • Temblor en las manos.
  • Cansancio extremo.
  • Pérdida de fuerza en las extremidades.
  • Debilidad y o rigidez muscular. Espasmos y calambres.
  • Vértigo y falta de equilibrio y con ello riesgo elevado de caídas.
  • Problemas de control de esfínter.
  • Problemas de deglución.
  • Alteración del sueño.
  • Dificultad para caminar y coordinar movimientos.

A todo esto hay que añadir los problemas sociales y de relación que estas limitaciones pueden causar y el riesgo de aislamiento y depresión.

¿Cuál es la manera de tratar la enfermedad?

Durante los brotes más fuertes, el tratamiento debe ser básicamente sintomático, con objeto tratar por separado los diferentes síntomas y así mejorar la calidad de vida del paciente. También es habitual el uso de cortisona, en un intento de retrasar la evolución de la enfermedad, fármacos como el interferón beta que evitan recidivas, o al menos las retrasan, o medicación que proteja la mielina y reduzca su destrucción.

Es imprescindible, tras un brote, procurar al paciente una pronta y adecuada rehabilitación, que recupere su fuerza y tono muscular, su equilibrio, coordinación y funciones motoras. Un equipo multidisciplinar se ha de hacer cargo de ello, con profesionales tan variados, como neurólogos, oculistas, psicólogos, urólogos, fisioterapeutas, o pedagogos. Pero además de los sanitarios el apoyo de la familia es imprescindible para tener un soporte emocional y un acompañamiento durante todo el proceso.

Tanto el paciente como su familia  deben tener la seguridad de que no están solos, y poder expresar todos los miedos que le atenazan para ponerse metas y planes de futuro, establecer prioridades y realizar los cambios en su vida que le permitan vivirla de la forma más plena y activa posible.

 

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